09 mayo 2014

Historia de Leola


Justo antes del Encuentro con Consolación y tras terminar con "Una mujer de la Oretana", empleamos cuatro semanas en leer, y cuatro sesiones en comentar, "Historia del Rey transparente" de Rosa Montero, que despertó en el Club una sensación de "sorpresa general"..., al descubrir que no era una típica novela histórica. La verdad es que en ningún momento yo les dije que lo fuera -tampoco les dije que no-, porque cuando comenzamos lectura, la única información que les facilito es sobre el autor/a, fijamos el punto hasta el que debemos leer, y es en la siguiente sesión cuando comenzamos a hablar sobre el texto en sí.

El caso es que, tras  el primer contacto con Leola, el desconcierto estaba servido, pues teníamos opiniones para todos los gustos: "... a mí, de momento, no me gusta mucho...", "... me parece que tiene demasiada fantasía...", "...pues a mí, precisamente es lo que me gusta: la Edad Media, el misterio que la envuelve...". Yo, tan contento, porque -independientemente de si un libro es peor o mejor-, si despierta todo este tipo de opiniones tan dispares, tenemos que agradecerle que nos enriquezca las sesiones.
Entonces leímos algunos fragmentos de una entrevista de un estupendo dossier de prensa de Alfaguara, en el que la autora explica perfectamente qué tipo de literatura es "Historia del Rey Transparente":  "... es una fábula, un cuento para adultos que intenta reflejar una visión del mundo y de la vida, y me he esforzado por buscar una voz narrativa universal y fuera del tiempo, porque las leyendas esenciales son todas así, universales e intemporales."
A partir de este momento, tuvimos que dejar de lado el concepto de novela histórica, y afrontar que estábamos ante un libro perteneciente a la literatura fantástica y de aventuras, con  una importante dosis del género fabulístico. Entonces ya cambiamos el "chip", ya empezamos -casi en general- a tomarle gusto a la lectura, a zambullirnos en todo un mudo de sensaciones y sentidos, impulsados por esta narración en primera persona y en presente continuo, que nos ha obligado a ver, a sentir y a pensar como si fuéramos la misma Leola. Al final la lectura, el viaje compartido (o vivido) con la protagonista, ha resultado -cuanto menos- vertiginoso y apasionante.