Vamos tarde, bueno más bien tardísimo. Ya estamos en el nuevo año
y aún no hemos hecho ni un mal comentario sobre los títulos leídos,
así que vamos al grano:
Comenzamos la nueva edición leyendo “Crónica del rey pasmado”
de Gonzalo Torrente Ballester, una novela de corte histórico que se
recrea en la historia solo lo justo y necesario, lo que la hace muy
asequible para todo tipo de lectores. Destacaremos de ella sobre todo
dos cosas: una, la calidad del lenguaje utilizado (¿podríamos
esperar otra cosa de uno de nuestros mejores escritores del siglo
XX?), lleno de matices y que diferencia de un modo muy sutil la forma de hablar de las distintas clases sociales; la otra, es la
construcción del extenso muestrario de personajes que aparecen -a medio camino entre la realidad y la invención-, a los que aporta tintes irónicos,
humorísticos y pícaros que pueden llevar al lector de la simple
sonrisa a la abierta carcajada, algo poco común en el género histórico.
Ya
sabéis que nunca desvelamos nada del contenido de nuestras lecturas
(hay que leer, hay que leer...) pero os animamos a sumergiros en la
corte de Felipe IV, a que conozcáis su obcecación por ver
satisfecho un capricho, a saber toda la serie de discusiones morales
que “ese capricho” despierta en los diferentes grupos sociales, a
mezclaros en las intrigas palaciegas, en los entramados amorosos...
Merece la pena.
Nuestra
segunda lectura ha sido “Suite francesa” de Irène Nemirovsky, un
salto de la corte borbónica española a la Francia ocupada de la II
Guerra Mundial.
Esta
es una novela extraordinaria escrita en condiciones excepcionales,
sin la objetividad que proporcionan el tiempo y la distancia, y que fue
publicada muchos años después de la muerte de la autora, tras ser
encontrado el manuscrito por una de sus hijas.
“Suite
francesa” es sólo parte de un proyecto mucho más ambicioso (dos
partes de cinco) que la escritora no pudo terminar: en la primera
parte nos muestra el París previo a la invasión alemana y los
primeros bombardeos, la huida de sus moradores de la ciudad y toda la
serie de escenas -grotescas, crueles, conmovedoras...- que tienen
lugar en el camino. En la segunda asistimos a la convivencia a la que
obliga la presencia de los invasores, los odios que despierta, los
temores y
miedos, las historias de amor clandestinas...
La
novela cuenta con un considerable componente autobiográfico, pero
está escrita con un tono distante y realista, que nos da una visión
absolutamente implacable de la sociedad francesa a la que le tocó
vivir la ocupación (para saber más, ya sabéis...).
Después
dimos otro de nuestros típicos giros radicales (nos gusta esto,
creemos que da agilidad a nuestro Club), y afrontamos la lectura de
“El abanico de seda” de Lisa See. Una novela repleta de ritos
ancestrales y costumbres chinas narradas con bastante veracidad, muy
amena de leer -dura en ocasiones-, que encierra más de un mensaje
universal (nosotros hemos visto al menos dos): el valor de la amistad
por encima de casi todas las cosas, y el sometimiento de la mujer
-una vez más- dentro de la cultura y sociedad de un país en un
momento no demasiado lejano.
Lejos
de querer restarle importancia a esta novela, en la que el canto a la
belleza de las costumbres arraigadas en una cultura, mezclada con la
crueldad que encierran, llegan con gran facilidad a los lectores, no
hemos podido dejar de hacernos una pregunta: ¿Ya nadie recuerda la
obra de Pearl S. Buck?.
Por
último y antes de despedir el año, repartimos un nuevo título para
esos días tan entrañables: “Doña Perfecta” de Benito Pérez Galdós. Entre turrones, villancicos y alguna que otra campanada hemos
consumido esta novela, todo un clásico ya dentro de nuestra
literatura patria, que ha resultado ser todo un placer.
“Don
Benito” es todo un genio en la utilización del lenguaje, en las
descripciones, en la elección de los nombres, en la organización de
su narración y en la composición de los personajes. Estos sin duda
son importantes, pero quizás más aún lo sean las ideas que
representan: la confrontación entre el irracionalismo de raíces
religiosas alimentado por las clases sociales dominantes
(representado magistralmente por Doña Perfecta y “sus secuaces”),
frente al pensamiento moderno, racionalista, científico e ilustrado
que representa su sobrino. Y en mitad de todo esto esta Remedios, la
encarnación de la España que le tocó vivir Galdós, indecisa entre
la modernidad y la intransigencia...
Interesante
lectura, porque Doña Perfecta, protagonista rotunda de esta novela,
encarna la “bondad de las intenciones” y en ella, como muy bien
reflejó Manuel Hidalgo en “El cultural” del 6 de noviembre de
2012, "... en esa bondad de la intención se parapeta Doña Perfecta -y todas las doñas Perfectas y los don Perfectos- para justificar, sus intereses y sus malas artes: la maldad de sus intenciones-".
Y tenemos nuevo título -seguimos leyendo-, pero ya os contaremos cuando hayamos terminado...
Esperamos que aguardéis con interés.
Hasta entonces.
Y tenemos nuevo título -seguimos leyendo-, pero ya os contaremos cuando hayamos terminado...
Esperamos que aguardéis con interés.
Hasta entonces.
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